Recuerdos sobre Luis y Sergio

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Conocí a los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca a principios del curso 1954-1955 con motivo de las elecciones para elegir al Presidente de la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río. A la sazón ellos cursaban el 5to y 3er años respectivamente. Yo naturalmente los había visto en varias oportunidades, pero no sabía sus nombres ni de dónde procedían.

Para las elecciones estudiantiles de aquel año, un grupo de revolucionarios, alumnos del Instituto, entre los que recuerdo a Antonio Roig, Raúl Romeu, Carlos Lugo, José Rodríguez, Raúl Hernández, Carlos Mendoza, Leopoldo González, Raúl Chala, Daniel Solana, Rosalba Bencomo y otros, habíamos acordado proponer a Roig para presidente. La mayoría de nosotros estábamos juntos desde el año 1952 y a Roig ya lo habíamos elegido presidente en una oportunidad considerando que representaba fielmente los intereses revolucionarios, además, desde la misma fecha del golpe de Estado, ese grupo de compañeros bajo la orientación de Silvio Martínez González, había creado una organización estudiantil clandestina, Movimiento Estudiantil Revolucionario (MER), para combatir la dictadura y desde entonces hasta que se creó el M-26-7 y el Directorio Estudiantil Revolucionario, donde pasamos a formar parte indistintamente, habíamos mantenido prendida la rebeldía estudiantil en todos los planteles de enseñanza e incluso dentro de la masa del pueblo.

Estábamos preparados para defender la candidatura contra cualquier oponente que a nuestro entender, representara a los estudiantes menos activos en el quehacer revolucionario.

Faltaban pocos días para las elecciones y en diversas partes del Instituto aparecieron carteles que decían: «Vote por Luis Saíz para presidente».

Lógicamente aquello nos llamó la atención porque no se trataba de un nombre conocido e ignorábamos las condiciones revolucionarias y personales que pudieran respaldarlo. Por tal motivo de inmediato decidimos reforzar la campaña en favor de Roig. Días después se celebró un acto en el anfiteatro para presentar las candidaturas y Sergio Saíz habló para presentar la candidatura de su hermano Luis. Recuerdo que nuestro grupo se opuso a aquella presentación, lo que dió motivo a un altercado que terminó casi en una riña tumultaria, incluso un compañero disparó varios tiros al airte con lo que se disolvió el acto.

Naturalmente que Luis y sus simnpatizantes no permitieron que las cosas se quedaran así y al día siguiente los dirigentes de ambos grupos escenificamos una riña tumultaria frente al propio plantel.

Ese mismo día por la noche nos dijeron que el padre de Luis Saíz que en ese entonces era juez de la Audiencia de Pinar del Río y el padre de otro compañero de Luis que también era juez o fiscal de la propia Audiencia nos querían acusar.

Esto de los padres era comprensible pero nos preocupó, por tal motivo estábamos expectantes para ver en qué terminaba aquello.

Al día siguiente en una céntrica esquina de Pinar del Río me encontré con Luis y este me llamó. Yo pensé que la pelea se iba a reanudar y me acerqué preparado para lo que fuera. En eso Luis, sin esperar mucho me dijo: «-La bronca de ayer fue un mal entendido, nosotros luchamos por tumbar a Batista y somos revolucionarios. Hemos averiguado y sabemos que ustedes están en lo mismo. Por eso lo que tenemos que hacer es unirnos y luchar por la misma causa».

Textualmente no recuerdo, pero estas fueron más o menos sus palabras. Además nos habló de que a Cuba no solamente le hacía falta un cambio de gobierno, sino un cambio social.

Aquellas palabras dichas en un tono enérgico y convincente me causaron una magnífica impresión. Yo le contesté que teníamos conocimiento de que nos iban a acusar, pero él me respondió:

«- Eso son cosas de los padres pero ya yo hablé con el viejo y le dije que este era un asunto de nosotros, así que no hay problemas».

Yo le dije entonces que nos disculpara por el golpe que se le había propinado pero me dijo: «-Yo no tengo que disculpar nada, olvidemos eso».

En los días siguientes entre las dos candidaturas había una afinidad de criterios. Nosotros ya estábamos convencidos de que Luis podría ser también un buen candidato. Estaba muy politizado. Al igual que Sergio había estudiado profundamente a Martí, a Ingenieros; conocían obras de Marx, Engels y Lenin. Tenían una amplia cultura, digna y superior a la edad de ambos. Habían estudiado La Historia me Absolverá y por ella y el Moncada veían en Fidel al dirigente revolucionario en toda su magnitud.

Entre todos consideramos que Roig tenía más experiencia y que incluso era más conocido en otros planteles tanto en Pinar del Río como de La Habana y otras provincias. Acordamos que comoquiera que Luis ya había anunciado su candidatura era mejor que se postularan ambos. De todas maneras con cualquiera que saliera, ya estaba garantizada una dirección revolucionaria. Eran dos candidaturas pero en realidad un solo grupo. Con su actitud Luis había logrado la unión y se había ganado la confianza y el prestigio entre todos nosotros.

Las elecciones se realizaron y ganó Roig pero Luis y Sergio fueron incluidos en la directiva de la Asociación de Alumnos.

Después de esto se realizó por todo el estudiantado un trabajo intensivo donde las grandes cualidades revolucionarias de Luis y Sergio se pusieron muchas veces de manifiesto. Confeccionamos un periódico-tabloide mimeografiado al que Sergio propuso el título de El Obrero.

Con la participación de Luis, Sergio y otros se picó en stencils La Historia me Absolverá.

Cuando ya la situación en el país se hizo más tirante y el régimen de Batista arreció la represión, acordamos suspender la asistencia a clases. Sergio redactó un manifiesto titulado «Por qué no vamos a clases», en el que se explicaban las razones que tenía el alumno, en aquel ambiente de represión y crímenes en que la dictadura había sumido a nuestro pueblo, para no asistir a clases y el deber de estos de dedicar todas sus energías a la lucha.

La noche anterior habíamos efectuado una reunión presidida por Silvio Martínez en los jardines de la antigua clínica privada Colonia Española en la cual participaron Luis y Sergio; este último y yo fuimos encargados para que le diéramos a conocer el documento a la dirección y profesores del plantel. Aprovechamos  una reunión del claustro de profesores y ambos irrumpimos en el salón donde se celebraba. Algunos profesores nos increparon y trataron de sacarnos del local, pero Sergio se subió a la mesa donde estaban reunidos y leyó todo el documento. Justo es destacar que cuando terminó, la mayoría de los profesores lo aplaudieron. Aquel mismo día se acabaron las clases en el Instituto.

Al mismo tiempo que nuestro centro se cerraron otros planteles estudiantiles de la ciudad. Esto ocurrió antes de que el régimen se viera obligado a suspender las clases en todo el país.

A pesar de que el Instituto estaba cerrado continuamos realizando allí reuniones, utilizábamos el mimeógrafo y desarrollábamos otras actividades.

Recuerdo que cuando se efectuó el entierro de Ormani Arenado, Luis y Sergio vinieron desde San Juan y Martínez y ayudaron a portar la bandera cubana.

En una oportunidad llegaron a mi casa dos hombres y dos mujeres, se presentaron como Machaco Ameijeiras y Felipe Yande no recuerdo el nombre de las mujeres, y me dijeron que venían de parte de Rosalba Bencomo para que los llevara a San Juan y Martínez a ver a Luis pues este podía facilitarle dinamita de una cantera de San Juan.

Yo no conocía a los compañeros personalmente y de momento dudé y les contesté que yo no conocía a Rosalba ni a Luis y que ni siquiera sabía donde vivian. Parece que ellos se dieron cuenta de mi desconfianza y entonces me dijeron que fuera con ellos primero a la casa de Rosalba.

Después que estuve seguro de quienes eran los compañeros, nos dirigimos a San Juan. En el parque de aquel pueblo nos vió Orestes Pacheco, quien reconoció a Machaco, montó con nosotros en la máquina y fuimos a la casa de los Saíz. Nos recibió Sergio, quien nos dijo que Luis había ido a buscar dinamita a la cantera; que lo esperásemos. Pasaron como dos horas y cuando regresó Luis manifestó que no había podido sacar la dinamita pero que hacía poco le había entregado alguna a un compañero de Consolación del Sur al que yo conocía.
Decidimos salir hacia allá. Los padres de Luis y Sergio que sin duda alguna conocían de las actividades revolucionarias de sus hijos, nos atendieron muy bien.

Esa misma noche después que regresó de Consolación del Sur, Orestes Pacheco, Orlando Fernández (no recuerdo si había otros compañeros), y yo, recogimos una caja de detonantes que consiguió Sergio para hacérsela llegar a los compañeros de La Habana. Durante este tiempo Luis y Sergio visitaron mi casa en varias oportunidades y yo la suya. Nuestra amistad se había acrecentado. Otras veces nos veíamos en casa de Silvio Martínez donde nos reuníamos para recibir orientaciones.

La última vez que vi a Luis creo que fue unos 15 días antes de su asesinato. Nos vimos en Pinar del Río. Me dijo que tenía un contacto para subir a la Sierra e incorporarse al Ejército Rebelde, que el viaje era inminente.
A Sergio lo via en Pinar del Río si mal no recuerdo uno o dos días antes de que lo mataran. Me ratificó que él y Luis querían irse para la Sierra.

Me enteré de sus muertes el mismo día en horas de la noche. Un compañero me lo informó. Fuí a decírcelo a Slvio Martínez pero ya éste lo sabía y casi estaba listo para salir hacia San Juan por lo tanto fuimos juntos. La forma en que se desarrolló el entierro y la alocución que hizo la madre de Luis y Sergio es bien conocida, por eso no considero necesario dar detalles.

Luis tenía un gran magnetismo personal, una recia personalidad, era muy reflexivo. Sergio era más impulsivo.
Ambos acostumbraban estudiar los libros políticos o filosóficos haciendo acotaciones con sus interpretaciones personales. Algunos de sus libros que ellos me prestaron y que entregué al Museo del Instituto en el año 1959, tenían estas peculiaridades.

Su mentalidad proletaria, al lado de los humildes se manifiesta una vez más cuando unos días antes de su caída le dicen a la madre, que si caían en combate querían que los enterraran vestidos con camisa sencilla y envueltos en la bandera cubana.

Segundo Rodríguez (fue presidente de la  Asociación de Estudiantes del IPR.)
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