Decididos, valientes, cariñosos

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Recuerdo que el día del entierro de Ormani Arenado, un grupo era partidario del entierro pacífico. Próximo a llegar al lugar donde radicaba el correo en la calle Vélez Caviedes, llegaron ellos. Luisito conversa conmigo, le informo lo que sucedía y ordena a su hermano Sergio, que traiga una bandera grande, que estaba en una máquina estacionada cerca de allí y desde ese instante se hizo combativa la manifestación de duelo y condena a la sangrienta dictadura. A mi me tocó en la primera fila al lado de Luisito, que iba con su guayabera blanca. No olvidaré su voz enérgica y acusadora gritando: «¡Muerte a Batista!» «¡Abajo el dictador!» «¡La cabeza de Batista!».

A pesar de la pertinaz lluvia de ese día y de los choques sostenidos con la soldadezca apostada a ambos lados de la carretera, llegamos al cementerio situado en la carretera de San Juan y Martínez. En esa oportunidad me expresó Luisito, que ante la caída física de un compañero, teníamos que realizar en su honor, actos violentos, que nos guiaran a la liquidación de tan oprobioso régimen para después realizar la revolución social, que esperaba el pueblo cubano con ansiedad.

Los hermanos Saíz conseguían dinamita en San Juan y Martínez, a ellos se debió la intensificación de acciones con bombas en Pinar del Río y en La Habana.

Una noche me citaron a la entrada de la antigua Colonia Española, habían conseguido dos detonadores para las bombas, sabían que escaseaban. Luis estaba alegre esa noche.

Unos días más tarde, Luisito se apareció en mi casa con una caja de zapatos nuevos y me dijo: Tenemos que sacar una relación de los chivatos y traidores de San Juan. Inmediatamente lo tiramos en el mimeógrafo que teníamos para tirar propaganda y proclamas; después se quitó los zapatos viejos, se puso los nuevos y trasladó en la caja la relación de chivatos.

En muchas ocasiones me dieron pomos de fósforos vivo para que se los guardara en la oficina del Instituto donde yo trabajaba. Una noche la policía se personó allí y realizaron (creían ellos), un minucioso registro, pero no pudieron encontrar nada.

Cuando era Secretario de la Asociación de Estudiantes, Sergio logró que el claustro de profesores que se oponía a la huelga y expulsaba a combatientes como Mendocita, Rosalba Bencomo, Cabrera, etc., escuchara su manifiesto «Por qué no vamos a clases».Recuerdo que días antes de su asesinato, me visitó Luisito y me dijo: «Ha llegado el momento de dirigirnos a la Sierra Maestra, tú me acompañarás con mi tío Enrique, Sergio se quedará con los viejos y luchando aquí».

Me encargó buscarle los zapatos, el pantalón y camisa. Una mañana cuando estaba cumpliendo sus orientaciones me comunicaron lo ocurrido, no olvidaré aquel momento.

Los que fuimos sus compañeros, unidos a nuestro pueblo revolucionario en todo momento; cuando tuvimos que empuñar las armas en el Escambray, en los Organos, prepararnos en la Crisis de Octubre contra los zarpazos del imperialismo, cuando cumplimos con las tareas de la producción, cuando estudiamos, como ellos querían y contamos con la patria socialista por la que lucharon y murieron, siempre tendremos presentes a los hermanos Saíz.

Silvio Martínez 
(secretario del Movimiento Estudiantil Revolucionario en Pinar del Río).
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