La juventud de hoy evoluciona, el tiempo pasa rápido; las formas de pensar y actuar de los jóvenes cubanos se han visto trasformadas y eso influye tanto en el gusto musical como lo estético.
Las nuevas transformaciones que quiero englobar son las referidas a la recreación, incluso no a la vida bohemia, sino la asociada al entretenimiento literario y musical.
Mediante una observación en Pinar del Río puedo constatar que cada vez son menos los lugares a los que se tiene acceso por razones económicas, porque no prestan el servicio o sencillamente no resultan atractivas a las personas, principalmente a los jóvenes.
La contraparte de esta situación son los espacios que sí funcionan, pero no resultan atractivos a muchos, por ejemplo los museos, las peñas musicales, las galerías de arte y las actividades culturales que cada institución realiza en sus centros sedes, por ejemplo y para solo citar algunos, la Unión Nacional de Artistas y Escritores (UNEAC), la Asociación Hermanos Saíz (AHS) o el Consejo Científico Veterinario.
Necesariamente no tiene que ser sábado o domingo para salir con amigos, familia o pareja y tratar de encontrar un lugar donde sentarse plácidamente a conversar, comer o beber. Puede ser cualquier día de la semana, y lo cierto es que eso no importa, porque para desgracia de algunos, nuestra ciudad a partir de las cinco de la tarde, se vuelve fantasma, dicen.
Este criterio generalizado, que es difícil demostrar lo contrario, porque las opiniones se diversifican, hay quienes piensan una cosa y otros tienen diferente punto de vista.
En ocasiones se busca un espacio donde pasarla bien, ya sea con una buena descarga musical, en compañía de alguien agradable y entonces regresar triunfal y relajada; pero no sucede así, pocos han sido los momentos en que esa satisfacción llega, y donde los jóvenes regularmente termina, en la mayor parte de los casos, es en las escaleras del Hotel Vuelta Abajo, casi epicentro de nuestro terruño.
Las razones para lo anterior mayormente tienen una justificación económica, a ellos les resulta difícil pagar por la entrada o acceder al monto del consumo mínimo.
Es necesario que no todo se piense en términos de bebidas espirituales y músicas discordantes, se impone una visión cultural del entretenimiento, pero realmente no contamos con lugares especializados y si existen, se han frustrado como La Esquinita.
Esa interrogante de cada día de ¿a dónde vamos? debe tener respuesta y no parece estar en el naciente cuentapropismo, pues cada vez que surge un nuevo negocio, se aleja más de la solvencia económica de nuestros jóvenes.